Pero para que una herramienta como esta triunfe, es indispensable que los trabajadores de otras empresas o sectores que no tengan nada que ver con el conflicto sientan como suyo el problema. Y entiendan además que los culpables de cualquier molestia o conflicto derivado de esta huelga no son los de su misma clase social, sino la patronal o la administración correspondiente.
Pero hoy día parece que estos planteamientos ya están más que olvidados. En un país con nueve millones de pobres, con un 20% de paro y con unos trabajadores que apenas llegan al mileurismo, por lo visto ya no existen las clases sociales, ni por ende la solidaridad de clase. Ahora el trabajador que llega tarde a su jornada por culpa de la huelga "salvaje" en el Metro piensa que el culpable es precisamente el huelguista, y no el gestor del servicio, esto es la empresa pública Metro de Madrid.
Es más, el trabajador que se siente indignado porque ha perdido un par de horas quiere que el huelguista sea despedido, es decir, pierda su trabajo, que es más grave que perder un par de horas. Si ese trabajador tuviera conciencia de clase, pediría en cambio la dimisión de Aguirre o de su consejero de Transportes.
Y la pediría por una sencilla razón:
El trabajador que no entiende esta huelga tampoco es capaz de reparar en otro hecho esencial. Esta huelga fue propuesta por los sindicatos, pero al final se ha llevado adelante porque la aprobaron la mayoría de los trabajadores en asamblea. Es decir, la inmensa mayoría de los más de 7.000 trabajadores de Metro, que por cierto no son funcionarios, sino personal laboral, y pueden ser despedidos, hicieron esta arriesgada apuesta. No estamos hablando de unos cuantos delegados sindicales, sino de la mayoría de la plantilla. Entonces, cabría preguntarle a ese trabajador desclasado si cree que todos estos miles de trabajadores son sencillamente unos cabrones insolidarios y unos privilegiados.
Por último, el trabajador, que no obrero, que pide la cabeza de los huelguistas no entiende tampoco la distinta posición de fuerza de unos y de otros. Por un lado tenemos a
Actualmente sufrimos una crisis que crearon los ricos y que estamos pagando los pobres. Nada nuevo en el horizonte, así fue desde que hubo patricios y plebeyos. Pero la novedad está en que ahora no hay conflicto entre las dos partes. El patricio vive feliz tras haber conseguido dividir a los plebeyos y ver cómo estos se machacan entre sí y compiten por sus migajas de pan. Y cada vez les tiene que echar menos migajas para que sigan compitiendo, por cierto.
En los últimos meses se han sucedido huelgas y protestas en Francia, Grecia o Italia por los planes de recortes motivados por la crisis. En ninguno de estos países parece que se vaya a conseguir nada. En cambio, unos trabajadores madrileños han conseguido poner en jaque a Esperanza Aguirre, política que representa tal vez mejor que nadie en este país esa forma de entender la política y la economía que nos ha llevado a esta crisis. Si estos trabajadores consiguieran vencer en el conflicto de Metro, sería la primera vez en España, y tal vez en Europa, que se consigue echar atrás esta política de que paguen los pobres por los desvaríos de los ricos.
Pero podría darse la terrible circunstancia de que, a pesar de esta emblemática victoria, los trabajadores no implicados en el conflicto siguieran pidiendo la cabeza de los huelguistas. Esto demostraría que ya hemos salvado los pocos pasos que nos faltaban para llegar a la sociedad orwelliana, y que el trabajador ha dejado de ser un hombre para convertirse en un rehén, pero no de los huelguistas, precisamente, sino de sus propios explotadores.
Yo por mi parte lo tengo muy claro, y sé que a quien tengo que señalar con el dedo por lo sucedido en el Metro es a esos que nos gobiernan, pero que nos han dejado de representar. Y también tengo muy claro que la lucha de los trabajadores del Metro es mi propia lucha, y es la primera de muchas luchas que tienen que venir, si somos capaces de recuperar la dignidad.
Dignidad que a vosotros, trabajadores del Metro, os sobra a raudales. Vuestra fuerza es nuestra inspiración. Vuestro ejemplo es el futuro de todos. Siempre con vosotros, siempre unidos, así sólo podemos vencer. Muchas gracias, de todo corazón.
Daniel Jiménez, delegado sindical y activista de los movimientos sociales
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